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Ep.2 MICROBIOTA, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN, entrevista con Alberto Blanco Pacheco

En el segundo episodio de Media Hora Con Tu Microbiota entrevistamos a Alberto Blanco Pacheco, psicólogo y gran conocedor de la microbiota, con el que hablamos de eje intestino-cerebro, depresión y ansiedad.

Alberto es psicólogo por la Universidad de Salamanca y PNI y tiene un Máster en Psicología Infanto-Juvenil y otro en Psicología clínica infantil.

¿Qué vas a encontrar?

>> ¿Qué son la depresión y la ansiedad? Porque a veces, por estereotipos o por tópicos que nos van diciendo a lo largo de nuestra vida, no sabemos realmente qué son estas dos enfermedades. (Minuto 3:42)

Lo primero que diría es que ya no se consideran patologías, se están empezando a entender como pandemias, también. En el mundo, hay mil millones de personas que sufren depresión. Hay 128 millones de personas que tienen el Covid y han muerto cerca de 2,8. Por depresión, han muerto cerca de 2,4 en el último año, por lo que estamos hablando de una pandemia en toda regla.

La depresión es un estado de tristeza, de inapetencia, de falta de sueño, fatiga…, que son síntomas o sensaciones que podemos tener prácticamente todos, pero es un estado que se mantiene durante semanas o meses. Es lo que caracteriza a la depresión, lo que le hace patología.

Hay tres tipos de depresión: la del sistema nervioso central, que es la psicogénica. Luego tenemos la depresión inmunitaria, que a veces no se ha tenido en cuenta y de ella surgen las enfermedades autoinmunes, y luego tenemos la depresión metabólica, del sistema nervioso entérico. ¿Es genética la depresión? Pues no. Hay 200 tipos de genes que la provocan, pero no es nada genética en este caso.

La ansiedad, por su parte, es un miedo anticipado hacia algo y que todavía no ha ocurrido, por lo que se asocia más con nervios, irritabilidad, tensión muscular… Pero todo se basa no en que tengamos esos síntomas, sino en la frecuencia y la intensidad.

Por estar un día ansiosos o un día deprimidos no quiere decir que tengamos un trastorno de este tipo. Lo marca el tiempo, la latencia y sobre todo la intensidad con lo que lo manifestamos.

>> En los últimos tiempos ha ganado fama el eje intestino-cerebro. ¿Qué es? (Minuto 6:17)

El eje intestino-microbiota-cerebro es apasionante. La microbiota es el conjunto de microorganismos que tenemos viviendo de manera simbiótica con nosotros y que tienen varias funciones a nivel metabólico, inmunitario… A nuestra microbiota le afectan la dieta, los fármacos, los hábitos que uno tenga, los genes (pero en menor medida). Hay un libro maravilloso, de la Dra. Arponen, que está destinado a ser un libro que marque la Medicina los próximos años, “Es la microbiota, ¡idiota!”, en donde se explica esto que estoy contando de una manera extraordinariamente sencilla.

El funcionamiento del eje intestino-cerebro es complejo. Hay una especie de tridente compuesto por el sistema nervioso central, que es el cerebro propiamente; el sistema nervioso entérico, que es el gastrointestinal y que baja hacia el intestino; y otro es el sistema neuroinmune. Ese triángulo perfecto, que sería la salud de las personas, es lo que marca el funcionamiento de este eje.

Todo esto va unido y hay un montón de conexiones y de autopistas que lo manejan. Pero lo más importante de todo esto es que está demostrado que afecta. Se han hecho experimentos con ratas con un tipo de Lactobacilo, que se les dio y demostraron que sintetizaba estas bacterias por vía del sistema nervioso entérico, desde el intestino hacia el cerebro. Sintetizaba GABA y serotonina, que son neurotransmisores que tienen que ver con la paz, con estar tranquilo, con bajar la depresión y la ansiedad. Y esas ratas disminuyeron su sintomatología en estas dos patologías.

Como este experimento hay miles. Lo más importante en todo esto es que este tridente está unido y cualquier cosa que pase en un eje, afecta al otro.

>> Dentro de los factores que impactan en el funcionamiento de este eje es el estrés. Existe el estrés agudo y del estrés crónico. ¿Cómo cronificamos el estrés? ¿Por qué tiene un impacto tan negativo en nuestra salud y en nuestra microbiota? (Minuto 11:40)

Yo aquí siempre pongo el ejemplo del león. En la antigüedad, cuando nos podían comer, se genera un estado en el que hay un estrés agudo. Si viéramos un león ahora mismo, necesitaríamos tener un estrés muy agudo para podernos salvar, o corriendo o luchando, dependiendo de la personalidad de cada uno. Ese estrés agudo que te salva la vida, porque incrementa la presión arterial, bombeas más el corazón, los músculos van más rápidos… son aspectos evolutivos del organismo que activan ciertas cosas naturales para la defensa.

Pues imagínate ahora que esa hiperactivación del sistema inmune, del sistema metabólico, a nivel emocional, conductual, de pensamientos… en el que el cuerpo está totalmente inflamado, se da durante semanas, meses… Esa inflamación se cronifica, esa energía se pierde, empezamos a tener fallos orgánicos, a tener fallos del pensamiento, a traumatizarnos, a tener conductas extrañas… Y ese estrés crónico hace que enfermemos.

Hoy día el león es el trabajo, las relaciones tóxicas, las discusiones, el estilo de vida y la sociedad tan hostil en la que estamos, los medios de comunicación… Ese es el león con el que tenemos que luchar.

Simplemente es eso. Cuando hay mucho estrés crónico, el eje inmunitario y el eje entérico intestinal se inflaman y entonces rompen la barrera intestinal, la barrera hematoencefálica y nos enferman.

>> Precisamente, se ha demostrado una relación muy directa entre la hiperpermeabilidad intestinal y la ruptura de la barrera hematoencefálica. (Minuto 14:40)

Cuando el sistema neuroinmune suelta una serie de sustancias, que se llaman citoquinas, que hacen que se resuelva un problema inflamando algo, porque son inflamatorias. Cuando el estrés es crónico, no se para de soltar esas citoquinas.

Explicado de una manera muy básica, en el sistema inmune hay cuatro tipos de interleucinas que van a romper esa barrera hematoencefálica porque están inflamando demasiado, por así decirlo.

Al entrar en la barrera hematoencefálica, el problema es que es como si un USB se metiera en una cosa tan importante como es la microglía. Esto es como la neurona madre, es como la energía que mueve el cerebro. Lo que hace es empezar a echar reacciones eferentes, dando información errónea al sistema nervioso entérico y rompe la barrera intestinal, provocando disbiosis. Eso también provoca que la microbiota esté mal.

Si una persona tiene una microbiota buena, puede hacer todo lo contrario. Revertir esa situación y enviar citoquinas antiinflamatorias, pero para eso hay que tener una buena microbiota. Por eso hay gente que responde mejor al estrés que otros y por eso hay barreras hematoencefálicas que se rompen con más facilidad o no.

Si te das cuenta, esto es como una especie de laberinto, en el que abres una puerta y cierras otra pero están todas interconectadas. Todo son vasos comunicantes.

>> Otro factor muy relevante es la dieta. ¿Tiene que ver la dieta con la aparición de ansiedad y depresión? (Minuto 17:24)

Aquí me viene siempre a la memoria el tema del gluten, porque ahora parece que cuando se habla de dieta, casi que nos referimos a lácteos y a gluten. La dieta afecta completamente a la microbiota. El cerebro necesita nutrirse de omega 3, omega 6… Pero claro, esto es una lucha. El gluten, los ultraprocesados, las grasas trans… Yo no conozco ningún estudio que diga que la proteína del gluten se digiera por el ser humano. La proteína del gluten no se digiere.

Otra cosa es que te provoque ciertos daños. Si eres intolerante o celíaco, que estamos hablando ya de otro tipo de enfermedad. Pero estamos hablando de que este tipo de alimentación lo que hace es inflamar.

Hemos pasado de la dieta para estar más delgados o más gordos a la dieta por salud. El otro día leía sobre una parte muy pequeña que tenemos en el cerebro, en el parietal, que se llama circunvolución angular, que se activa igual con el azúcar que con el dolor. Es decir, que cuando consumimos ciertos alimentos estamos provocando otro tipo de sensaciones que, paradójicamente, son placenteras, como el propio dolor.

Estamos condicionando el cerebro con la propia alimentación: la microbiota cambia, se rompe… Fíjate lo importante que es comer bien para conservar la salud.

Con esto, de todas maneras, yo soy flexible. Si quieres un día comerte una palmera de chocolate. Es decir, no todo es malo para siempre ni bueno para siempre. Pero claro, la microbiota, si estamos sanos y bien, se recupera en 12 o 24 horas. Pero si estás mal, no te puedes comer una palmera de chocolate, porque te puede hasta deprimir, directamente.

Hay que tener en cuenta que para comer algo como eso o para beber media botella de vino tienes que estar sano, para poder así inflamarte primero y desinflamarte después, vulgarmente dicho. La microbiota te hace que también puedas disfrutar de este tipo de cosas, pero tienes que estar sano para poder hacerlo.

>> ¿Qué relación hay entre la depresión y la ansiedad con determinadas enfermedades, como las enfermedades inflamatorias intestinales? (Minuto 22:19)

Sí. Me viene a la cabeza Crohn, colitis ulcerosa… Por hacer una reflexión. Yo no conozco a ninguna persona con el estómago mal que tenga buen humor. No quiero decir con esto que cualquier persona con EII sea un ogro. Quiero decir que los picos en los cuales tienen una disbiosis intestinal, al perder la eubiosis se provocan una serie de alteraciones psicoemocionales relacionadas con la ansiedad.

Sí que hay mucha correlación entre las enfermedades autoinmunes con depresiones. Pero es verdad que el 80% de la serotonina se fabrica en el intestino. Por lo que, si tienes mal el intestino ya andas con un 20% de serotonina que además tienes que sintetizar luego a nivel cerebral y eso veremos si lo hacen o no.

>> Será por datos como esos que llaman a nuestro intestino el segundo cerebro… (Minuto 24:10)

Bueno, es que es el segundo cerebro porque básicamente está conectado con el primero. Es cierto que en el vértice del triángulo que hemos explicado está el cerebro, que es, en último momento, el que ejecuta y desarrolla las acciones para que podamos sobrevivir.

Pero claro que el intestino es el segundo cerebro, porque estamos diciendo que está unido por el sistema nervioso entérico, por el nervio vasovagal, que, entre otras cosas, controla la respiración, lo que comes, el apetito…

Además, esas bacterias que tenemos en el intestino sintetizan neurotransmisores como el GABA, la serotonina… que son sustancias que hacen que tomemos decisiones. Y no nos olvidemos de que en el sistema nervioso central hay tres pilares muy grandes: el pensamiento, la emoción y la conducta. Muchas veces no es el sistema nervioso central el que está eligiendo con quién vas, qué comes o lo que haces ese día, lo están eligiendo tus bacterias. Y algo que decide tu cuerpo, es un segundo cerebro.

>> A los probióticos se han sumado los psicobióticos. ¿Qué son? (Minuto 26:24)

Son bacterias que se toman para mejorar nuestra salud mental. Prácticamente, son lo mismo que los probióticos, pero van un poco más dirigidos a esto. Lo que hacen es sintetizar neurotransmisores relacionados con la salud mental, como por ejemplo, la serotonina. Eso sería un psicobiótico.

Es muy reciente todavía. Fue Ted Dinan cerca del 2013 que empezó a acuñar este término. De hecho, todavía cuesta mucho que la gente intente o tome este tipo de productos, porque todavía no los conocen bien.

Con mis pacientes yo siempre hago un pacto. Yo les pido que trabajen su microbiota durante varias semanas y luego ya vuelven. Y si realmente se encuentran mejor, empezarán a tomar mejores decisiones y van a poder trabajar conmigo a nivel psicológico.

Porque una de las cosas importantes en la psicología, en la cual yo también erré durante muchos años, es que a los pacientes no se les pueden tratar los problemas sin que tengan energía ni capacidad de toma de decisión. Les pedimos constantemente que tomen decisiones, pero no pueden tomarlas porque no tienen energía, su microbiota está destrozada, directamente.

Para tomar buenas decisiones, tienes que tener una buena microbiota y eso necesita tiempo. Por eso, yo le cuento todo esto a mis pacientes, se comprometen y después, hacemos terapia psicológica.

Psicobrain, psicobiótico, ansiedad y depresión

>> ¿Pueden los psicobióticos ser más “sencillos” de tomar para el paciente por estar libres del estigma social de los psicofármacos? (Minuto 29:30)

El problema de los psicofármacos es que, cuando empiezas a tomarlos, no se va restando lo que tomas, sino que se va sumando. Si nos damos cuenta, al final de nuestras vidas, con 80 años, estamos con una cantidad de botecitos enorme. Solo hay que verlo en una residencia, por ejemplo.

Con los psicofármacos, lo que pasa es que pierden su función, porque se toman de una manera crónica. Si tú tomas algo de manera crónica pierde su función y lo que estás haciendo es crear una serie de deshechos que están toxificando el organismo, que tiene que destoxificarse. Los psicofármacos, si no se toman para la función para la que están hechos, lo único que hacen es dañar la microbiota.

Sí existe un estigma, pero sobre todo porque la gente te tilda de enfermo cuando tomas tantas cosas. Pero no veo tanto el problema ahí. Donde veo el problema es en cambiar el modelo hacia los psicobióticos. Aquí nos encontramos con un problema más complejo.

La gente que toma psicobióticos notan mejoría y se encuentran mejor y eso es evidencia científica. Y cuando dejan la medicación también se encuentran mejor. Ojo. Hay medicamentos que se deben utilizar, porque hay enfermedades muy graves que las necesitan. Pero yo me arriesgaría a decir que en un 80-90% de los casos en los que una persona está tomando un medicamento, sobraría.

>> ¿Qué papel pueden tener los probióticos en ¿Cómo debería ser la atención psicológica para los pacientes de salud mental de aquí a 10 años? (Minuto 32:57)

Y sí que se ha visto en otros estudios diferentes que en personas con tendencia a la obesidad la suplementación con este probiótico redujo la masa grasa y mejoró el perfil inflamatorio. Más recientemente, en el estudio de los Drs. Lorenzo y Ruiz-Tovar al que hacía referencia antes, se seleccionaron 20 pacientes con una edad media de 45 años con obesidad, definida por un IMC superior a 30 y que habían fracasado con otros tratamientos.

En su caso, además de hacerles seguir una dieta hipocalórica y pautarles actividad física diaria, recibieron sesiones de neuroestimulación del dermatoma T6 y a la mitad de ellos se les administró Adomelle durante 10 semanas.

Antes de comenzar el estudio se recogieron muestras fecales para evaluar la microbiota. Estas muestras mostraron una disbiosis en todos los pacientes, la misma de la que hemos hablando antes. Tras realizar el estudio, en el grupo que tomó Adomelle, no solamente se demostró una mejora de la disbiosis, sino que también consiguieron una mayor pérdida de peso, alrededor de un 20% adicional con respecto al grupo sin probióticos.

>> ¿Qué tres consejos nos darías para cuidar nuestra microbiota y cuidar nuestra salud mental? (Minuto 35:48)

Doy uno general y a partir de aquí se ramifican. El primer consejo es eliminar tóxicos de tu vida. Y aquí ya los vamos enumerando: eliminar tóxicos sociales, eliminar tóxicos nutricionales, eliminar tóxicos laborales, eliminar hábitos tóxicos…

Ese es el secreto de la salud: manejar el estrés. Es decir, ir vaciando el vasito que todos los días se llena y para eso hay que tener una cierta reserva cognitiva o psicoemocional. Y para eso, tenemos que eliminar tóxicos. Si has tenido un mal día pero todo lo que te rodea más o menos está bien y te aporta más que te resta, estás haciendo una labor preventiva para cuando te pase algo malo.

Porque sí, te van a pasar cosas malas, a ti y a todo el mundo, por muy bien que comas o por muy bien que gestiones todo. Entonces, elimina tóxicos y haz prevención.

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