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Ep. 10 Microbiota y salud mental: depresión

¿Qué vas a encontrar?

>> La salud mental está cada vez más presente en el debate público y en las conversaciones. Parece que, poco a poco, se van cayendo tabús y miedos a hablar de ella. Pero a veces nos cuesta discernir entre patologías, trastornos… Me gustaría iniciar esta entrevista haciéndote una pregunta compleja y amplia. ¿De qué hablamos cuando hablamos de salud mental? (Minuto 3:15)

El concepto de salud mental va mucho más allá de lo que sería una ausencia de salud mental o de patología. Es un concepto global, amplio y para eso tenemos que abarcar otros aspectos, como el estado emocional, la salud física, las relaciones sociales, nuestros sistema de afrontamiento a las adversidades, cómo interaccionamos con el entorno, nuestra situación personal, económica… Se engloba todo lo que es el contexto del sujeto.

Se ha intentado definir de muchas formas lo que es la salud mental. Podríamos definirla como un estado que influye en nuestro bienestar emocional, psicológico, físico y social. Este estado de bienestar será el que afecte a nuestra forma de pensar, la forma en que sentimos, en que actuamos cuando afrontamos la vida. Y eso marcará cómo manejamos el estrés, cómo nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno, y cómo tomamos decisiones.

La salud mental es ese equilibrio que debe existir entre la persona y el entorno socio cultural que la rodea, su contexto. Y sobre todo es importante no caer en la simplicidad de tener un cerebro sano, porque la salud mental tiene mucho que ver con la salud física y corporal, no se puede separar una de la otra. Es una entidad global.

>> En un artículo que escribiste para nuestro blog, dabas unas cifras que asustan. Se calcula que 1 de cada 6 personas sufrirá a lo largo de su vida de depresión y en los últimos 20 años su prevalencia ha crecido un 20%. Esta tendencia parece que seguirá al alza. ¿Qué es exactamente la depresión y por qué se da este aumento en su padecimiento? (Minuto 7:51)

Igual que ocurre con la salud mental, buscar depresión supone encontrarse con definiciones heterogéneas. Tal y como la entendemos en Psiquiatría, es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por un sentimiento constante, mantenido con cierto tiempo, de tristeza o, directamente, indiferencia emocional. Ese estado viene acompañado de muchas otras cosas: pérdida de intereses, abandono de las actividades habituales, una falta de apetencia… Y un síntoma que llamamos anhedonia, que es el más incapacitante, que es la desaparición de la capacidad para sentir placer.

A partir de aquí, la depresión afecta no sólo a los sentimientos, sino también a los pensamientos, a la conducta y a una serie de dominios que influyen en cómo afrontamos la vida. Puede tener, por todo ello, síntomas emocionales que se suman a otros que no tienen porqué ser iguales en todo el mundo y que pueden ser físicos, cognitivos, motores… Hay personas que tienen fatiga, otras que tienen dolor, otras ansiedad, otras pérdida de apetito, otras insomnio, otras que están muy inquietos… Todos pueden ser síntomas de depresión.

Pero, al fin y al cabo, lo que tienes es una dificultad para llevar a cabo tu vida cotidiana, habitual. Es como si la vida se te para. En los casos más graves, la persona puede llegar a desear no quererse y por eso el síntoma que más preocupa son las ideas de muerte o los deseos de suicidios. Esto ocurre porque realmente hay casos en los que hay una pérdida total del sentido vital y de la cohesión con el entorno, por lo que estás en un estado en el que el transcurrir del día a día pierde significado y, a partir de ahí, se genera un sufrimiento. Por eso se dice que la depresión genera uno de los sufrimientos más profundos en el ser humano.

>> Sin irnos incluso a ese punto más extremo, ¿a los pacientes de depresión con síntomas como los que estás comentando les cuesta reconocerse en un diagnóstico como este? (Minuto 12:30)

Es muy frecuente. Nosotros, de hecho, distinguimos entre varios tipos de depresión. Siempre se habla de las depresiones endógenas, que son las que tienen un componente biológico y que tienen una clínica muy característica. Suelen ser difíciles de reconocer por el propio paciente, porque de repente tienen una percepción de la realidad o de creencias sobrevaloradas como ideas de culpabilidad, de ruina… Todo ello es difícil de comprender que puede deberse a un estado depresivo.

Por otra parte, las depresiones que están aumentando más son aquellas que tienen que ver con el estilo de vida, las enfermedades inflamatorias, y sí son más reconocidas por parte de quienes la padecen, porque se suelen acompañar de ese estado de tristeza y de fatiga a la que se le da una explicación más física, pero volvemos al binomio cabeza-físico que no se puede disociar.

Lo que no podemos hacer es banalizar el término depresión y llamar depresión a todo. Hay mucha tendencia actualmente a eso, a decir “tengo una depresión de caballo”, por algo que nos ha dicho el jefe o por una discusión que hemos tenido con nuestra pareja. Se está llamando depresión a reacciones que son procesos adaptativos a situaciones vitales adversas. Eso no es una tristeza patológica, es una tristeza necesaria, porque hay que hacer esa reacción, porque forma parte de la vida y tenemos que saber sentir las cosas buenas y también las malas.

Si no vemos que hay como una falta de tolerancia a la frustración y la adversidad, los problemas y demás, porque a los adolescentes que se les ha sobreprotegido mucho de pequeños para que no sufrieran, después no saben gestionar los problemas de la vida y se entra en estados emocionales complejos.

Un duelo, por ejemplo, ¿a partir de qué momento pasa de ser un duelo normal a uno patológico? Son grados que están tipificados.

>> Cada vez es más común escuchar eso de que nuestro intestino es el “segundo cerebro”. ¿Cómo se relaciona la depresión con la microbiota? ¿Pueden llegar a influir a este nivel nuestros microbios intestinales en nuestra salud mental? (Minuto 18:15)

Yo creo que cada vez hay más conciencia de la existencia de esa comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino y el sistema nervioso central. Y sabemos que el propio intestino está lleno de neuronas, por eso se le llama el segundo cerebro. Tiene tejido nervioso que tiene que ver con el sistema nervioso autonómico y con otras funciones, pero no sólo por eso, sino por esa conexión que hay con el cerebro. Muchas veces, donde primero sentimos la emoción es en la barriga: esas mariposas en el estómago, los nervios… Hay mil ejemplos, pero esto está muy estudiado.

Esta conexión, además, se establece por varias vías. Una, que es endocrina, que se hace a través de hormonas, otra por vía de neurotransmisores; por la vía inmunológica, con la circulación de unas moléculas que se llaman citoquinas… Además, a través del eje del estrés y del nervio vago, que es un nervio muy largo y que es una verdadera autopista de información.

La microbiota, que son todos esos billones de microorganismos que viven con nosotros en simbiosis es muy importante en la modulación de este eje, porque tiene funciones que impactan directamente tanto en el intestino como en el cerebro: produce neurotransmisores, sustancias neuroactivas, ácidos grasos de cadena corta, como el butirato, protegen la capa mucosa del intestino… Además, que la microbiota esté o no bien hará que la pared del intestino esté más o menos permeable, con todas las consecuencias que esto tiene.

Hace muchos años que estoy interesada en este tema, pero el germen de todo ello nace hace unos años, cuando salieron unos estudios súper interesantes de cómo esa microbiota es tan importante para nuestro cerebro y cómo afecta en nuestra conducta y emociones.

Uno de ellos estaba hecho en ratones, de los que había dos tipos: unos que eran muy valientes, que se enfrentaban a todo, fuertes… y otros tímidos, apocados, miedosos, que no se atrevían a explorar… Lo que hicieron fue intercambiar la microbiota intestinal de un grupo con el otro, de tal manera que los ratones valientes se convirtieron en miedosos y viceversa, osea que el único cambio fue la microbiota intestinal, lo que les cambió completamente la conducta. Yo me quedé loca y desde entonces se han hecho estudios espectaculares.

El otro del que te quería hablar consistió en trasplantar la microbiota de personas con cuadros depresivos a ratones normales y solo con ese traspaso los ratones se deprimían y mostraban conductas de depresión. A veces estas cosas te hacen pensar si actuamos así porque lo decidimos nosotros o si lo deciden nuestras bacterias. 

Psicobrain. Salud mental

>> Hablamos de la comunicación entre el intestino, la microbiota y el cerebro y salen conceptos como neurotransmisores. ¿Qué son exactamente estas moléculas? ¿Qué se sabe de la relación entre la serotonina y la microbiota? (Minuto 25:39)

Los neurotransmisores son mensajeros químicos que transportan e impulsan señales entre neuronas entre sí o entre neuronas y células diana, que tienen receptores para estas señales, en todo el cuerpo. Esto permite que haya una transmisión de la información de una neurona a otra o de una neurona a una célula muscular, a una glándula…

Hay diversos tipos y uno de ellos es la serotonina, que quizá es el más conocido en lo que respecta a la salud mental. En la depresión, es verdad que influye la serotonina pero también otros dos neurotransmisores muy importantes: la noradrenalina y la dopamina. Luego habría otros: el GABA, el glutamato…

La serotonina viene de un precursor, el triptófano, y tiene mucho que ver con la microbiota intestinal, porque algo tan importante como un neurotransmisor que, entre otras funciones, se encarga del control de las emociones, del estado de ánimo, de los estados de ansiedad, de cómo estamos a nivel de equilibrio emocional y demás, solo se sintetiza en una región de nuestro sistema nervioso un 10%. El 90% de la serotonina se fabrica en el intestino, donde tenemos unas células que están en la mucosa intestinal y es donde se sintetiza.

Pero es que además de estas funciones, la serotonina participa en otros muchos procesos fisiológicos, como regular el apetito, regular la temperatura corporal, la función sexual… Está involucrada en múltiples funciones y, a partir de ahí, la relación que tiene con la microbiota es íntima. Hay incluso bacterias que ellas mismas son productoras de serotonina y otras que estimulan la producción de otros mediadores, como los ácidos grasos de cadena corta, qu, a su vez, estimulan la producción de serotonina. Todo está íntimamente relacionado.

Y, ¿qué pasa si tenemos una alteración en esa transmisión serotoninérgica? Pues que tenemos una entidad clínica, como puede ser la depresión, u otras alteraciones o síndromes que no siempre conforman un cuadro depresivo, pero donde sí se dan estados de preocupación sostenida, de ansiedad, de cambios en el estado de ánimo, de impulsividad, de conductas que tienen que ver con las adicciones… Incluso la serotonina tiene mucho que ver con los trastornos afectivos estacionales, las personas que en primavera y en otoño tienen un estado muy parecido a la depresión.

Una baja señalización de serotonina sí puede ser por una alteración de la microbiota, pero también se puede alterar por otras cosas, con lo que aún lo complicamos más. Le puede afectar el estrés crónico, un estado de exceso de cortisol, un estado inflamatorio, la obesidad, alteraciones del sueño… incluso bajos niveles de triptófano, vitaminas, magnesio, omega-3 (que tienen que ver con ese paso del triptófano a serotonina)…  

>> Otro de los factores que impacta de manera directa en la depresión es la inflamación de bajo grado. ¿Cuál es su papel en la degradación de la función cerebral? ¿Y cuáles son sus causas? (Minuto 33:28)

La inflamación crónica de bajo grado realmente es uno de los booms de descubrimiento científico de los últimos años, no solo en Psiquiatría, sino en enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, cáncer, neurodegenerativas…

Lo que ocurre cuando hay inflamación de bajo grado es que hay una elevación en los niveles circulantes de unas sustancias, que se llaman citoquinas inflamatorias, y seguramente hay una infiltración de macrófagos en los tejidos, que lo que hacen es tener al sistema inmunitaria continuamente activado, en un estado de alerta, que van a provocar que su funcionalidad se vaya perdiendo.

Es algo que entre que empieza a ocurrir y tiene consecuencias clínicas pasa mucho tiempo, porque no es algo agudo ni que te produzca síntomas. Es como un sustrato que hay ahí y que va haciendo una activación persistente del sistema inmunitario, que a la larga tendrá un impacto en el desarrollo de esas enfermedades “occidentales”, entre las que está la depresión.

Esta inflamación viene, sobre todo, del tejido adiposo graso, sobre todo a nivel visceral, que se infiltra de esos macrófagos y crea un sustrato inflamatorio. También puede venir del intestino, de la alteración de la microbiota y de un exceso de permeabilidad, y además puede deberse también a una alteración sostenida del eje del estrés, del cortisol.

Y, ¿qué produce esta inflamación de bajo grado? Pues básicamente de nuestro estilo de vida. Las causas principales son las propias de la discordancia que hay entre nuestro modo de vivir y nuestra fisiología y genética: el sedentarismo, la inactividad física, la obesidad, el estrés crónico, déficit de vitamina D, la contaminación ambiental, los tóxicos ambientales, tabaco, las dietas hipercalóricas e hiperlipídicas llenas de ultraprocesados y de alimentos con alta carga glucémica, estrés oxidativo… Y, de nuevo, las alteraciones de la microbiota y la permeabilidad intestinal.

>> ¿Y qué pasa con los probióticos? ¿Son útiles? ¿Cómo pueden ayudar a una persona con depresión? (Minuto 37:28)

Desde luego, los probióticos van a ser una herramienta más para el tratamiento de los cuadros depresivos. Ya han demostrado que pueden ayudar de varias formas en los pacientes con depresión. No solo por el efecto que pueden tener en el sistema nervioso central, sino porque, por ejemplo, son capaces de favorecer la integridad de la mucosa intestinal y ya con ello, por consecuencia, conseguirán mejorar todo lo demás. Pero también pueden reducir el sobrecrecimiento bacteriano, pueden estimular la inmunidad, sintetizar sustancias antioxidantes… Es que tienen tantas funciones que, de forma indirecta, van a repercutir en el tratamiento de la depresión y que, por tanto, ayudarán.

También es cierto que siempre que haya una inflamación de bajo grado, una disbiosis intestinal, una permeabilidad intestinal, ya puedes dar probióticos que, si todo eso no se recompone a través de modificaciones en los hábitos de vida, no vamos a conseguir nada. Esto ocurre igual con los antidepresivos, ojo. En las depresiones endógenas, más biológicas, claramente con alteraciones del sistema de neurotransmisión, se responde muy bien a los antidepresivos. Pero cuando nos encontramos con depresiones como estas, donde están presentes los componentes que antes os comentaba, la respuesta a estos tratamientos suele ser bastante pobre.

A partir de ahí, los probióticos como complemento tienen un campo tremendo. Y no solo por lo que pueden favorecer, sino porque ellos mismos pueden dar un efecto plus como antidepresivos también. Aquí estaríamos hablando de otro concepto dentro de los probióticos: los psicobióticos. Ya se han hecho estudios de intervención con Microbioterapia en depresión y hablaríamos de psicobióticos cuando tienen una acción favorable sobre el sistema nervioso. Ahí hay cepas de algunas bacterias que por sí mismas mejoran su función por una serie de mecanismos.

Incluso ahora se está extendiendo el concepto de psicobiótico, para que no solo entren dentro de esta denominación los probióticos, sino cualquier sustancia que pueda inducir estos cambios en el sistema nervioso intestinal.

Es un campo apasionante y que nos va a dar en un futuro no muy lejano nuevas herramientas para abordar los trastornos depresivos, después de muchos años. Van a ser una herramienta espectacular para ayudarnos a tratar estas patologías.

>> ¿Qué tres consejos nos das para cuidar nuestra salud mental y nuestra microbiota? (Minuto 42:01)

Yo creo que un consejo importante es que cada uno debe responsabilizarse de sí mismo y de su propia salud. Uno tiene que ser proactivo en su autocuidado, en su estado de salud, se tiene que informar, coger las riendas de cómo está. Ahora se habla mucho de ese empoderamiento del paciente y tiene que poner toda la carne en el asador para poder gozar de una buena salud física y mental que le permita tener una vida plena y con calidad.

Es muy frecuente que la gente venga y vuelque los síntomas en el terapeuta que tiene delante, sea psiquiatra, cardiólogo, médico de familia o endocrino. Hasta que no comprenden que eso no es así es muy difícil que se empiece ese camino hacia la sanación, la recuperación. La medicina está muy bien pero caer en el modelo de que las enfermedades se curan sólo con los fármacos, nos lleva a donde estamos ahora.

El segundo consejo va relacionado con el primero: haz los cambios. Después de pensar, de informarte, de contrastar esa información y de preguntar, actúa. Hay que alimentarse adecuadamente, hay que moverse, aprender a gestionar el estrés, estar en consonancia con los biorritmos, tener relaciones sociales positivas…

Y el tercer consejo sería que si tú solo no puedes, acudas a un profesional que te ayude en el camino, que te dé las herramientas, que te guíe en tu proceso, te lo complemente con fármacos cuando sea necesario, con suplementos, probióticos, consejos… pero, al final, el proceso está en ti y tienes que hacerlo.

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